Tranquilo


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29.9.10

Se parece a pararte frente a la ventana en tu casa, situada en la única colina de una explanada, y ver como a lo lejos se aproxima una tormenta. Un nubarron horrendo que inmediatamente inyecta através de las retinas futuros recuerdos de una mesa y hojas en blanco; hambrientas todas de ese elíxir que transpira tu caneta, tu bolígrafo. Así también en la tormenta y en la mirada se ven reflejadas las horas que se habrán pasado, pasada la tormenta, frente a un espejo que los engloba a todos y los hace comunicarse, el espejo donde reside toda verdad escrita. (o algo así)
Se parece a pasar la mano por la melena tupida, y como premisa del porvenir, no solo ver el nubarrón. Sino sentir como ya inunda tu coronilla y engrasa tus dedos.
Ahora es cuando la música de esos ingleses melancólicos te encamina en esa cabaña en la colina.
Esta tarde al volver, pateé una paloma; ese accionar inconsciente del deseo cotidiano.
Y todo por la humedad. (O no.)

26.9.10

Con la frente baja absorbo el ruido sordo, la sinestesia muda. Me rodea una brisa de colores que inmune a la luz frontal,es inmutable. Es, y es por vocación de ser.
Ignoro las risas lejanas que amagan a devolverme al ser, como se vuelve a la luz. Ignoro al personaje esporadico, el que hace sonar sus llaves cada domingo para luego irse, y volver al siguiente domingo.
Siento la brisa como se siente la caricia de la amada, como se siente al labio rozar la carne.
Es entonces que me lleno de silencio y los ruidos sordos del exterior se vuelven un alegretto o un moderatto de Bartók encerrado en una caja presurizada. La brisa acaricia mis fosas nasales como formando una telaraña y mis ojos se ven embelesados de oscuridad, sintiendo el verde de la brisa, el verde fluorescente, y al negro azabache tornandarse cerúleo como el techo sin nubes de alguna lejana pradera. Luego el verde de nuevo, como insistiendo. Como si la nostalgia de la lejana pradera quisiera llenarme los poros y que vuele a ella.
Abro los ojos y caigo en la realidad donde las praderas son imágenes colgadas de edificios promocionando algún desodorante de ambiente, o alguna leche descremada.
La calle estaba oscura, había llovido
y brillaba la luna en el asfalto.
Una sombra sin sombra me detuvo
impidiéndome el paso. Oí su voz,
de un helado metal que no era humano,
preguntarme ¿qué buscas, di, qué buscas?
Permanecí ante ella silencioso.
¿Qué buscas, di, qué buscas?, repetía,
la angustia y la mentira son la clave,
apréndelo (me dijo), aún no es tarde.
¿Por qué quieres pasar?, ¿dime qué buscas?
Pero no respondí. Sin decir nada,
abrí las negras puertas de mi pecho
y fue mi cuerpo uno con el mundo.
Sombra sin bulto era aquella sombra
y le tuve piedad como a algo vivo.
En la abrasada luz que eran sus ojos
detuve mi mirada un solo instante.
¿Qué buscas, di, qué buscas? Me decían
aún sus ojos ciegos. Nada busco,
le contesté por fin. Se hundió en la noche
de mis ojos aquella extraña sombra
de la que nada supe. Me aguardaba
una infinita calle toda a oscuras.
Oí mis pasos y descansé en mi sueño.





Linares

19.9.10

El habla de la ideología; el uso de los códigos.

--Él se recluye "en su departamentito de Lavalle y Reconquista, de cara al Río de la Plata, sin ver a nadie, salvo a Aurora [Bernárdez, con quien se casa en París en 1953] y a uno de sus pocos amigos" según lo narra Tomás Eloy Martinez. Así se refiere Él a ese momento de su vida: "De 1946 a 1951, vida porteña, solitaria e independiente; convencido de ser un solterón irreductible, amigo de muy poca gente, melómano, lector a jornada completa, enamorado del cine, burguesito ciego a todo lo que pasaba más allá de la esfera de lo estético. Traductor público nacional. Gran oficio para una vida como la mía en ese entonces, egoístamente solitaria e independiente".
(p. 102-103)
A todos su fé; una única muerte.

15.9.10

Lo cóncavo de la felicidad.

Son algunos días los que se vuelven pequeños encierros del alma en miseria y le aullan a la soledad de la luna, le aullan al recuerdo de una risa de un Dios familiar. Son habitaciones selladas con dementes de huéspedes, atípicos, que no se golpean contra las paredes hasta volverse polvo, mas se sientan en medio del vacío a perder la mirada mientras pudren despacio sus pensamientos (solos y lejos de la luna). Una risa familiar de un Dios lejano necesitan escuchar. Pero la habitación es herméticamente reticente al eco y no permite asomar siquiera al más estruendoso de los recuerdos. Y el silencio se vuelve tortura, y el Dios, lejano. ¿Se busca entonces otro Dios? ¿Dentro de habitaciones selladas hay otros Dioses? Cada demente llega a distintas conclusiones. El primer demente de la tercera habitación de arriba hacia abajo (¿será también de izquierda a derecha?) comienza a reír solo, se balancea en su autismo y en alaridos despoja risas que le son familiares. Luego calla. Luego ríe. Luego grita y se retuerce en el piso con el estómago hirviendo en risas. Luego se calla. Luego muere. Aprendido que sólo existe un Dios, y ser pagano se paga con la vida.
El cuarto demente de la primera habitación (La de más arriba) comienza a llorar una marchita remembranza y una lúgubre canción, ahora desconoce la risa y se arranca los pelos uno a uno, luego los come, luego los enrieda en su garganta y se deja morir (Sentado y miserable). El tercer demente en la cuarta habitación se acuesta a mirar penetrante el cielo razo mudo de su prisión, procurando que el ardor que sienten sus ojos al no cerrar los párpados queme esa carcel y deje ver la luna para reír de nuevo. Durante horas sus ojos no se cierran y todo su ser se enfoca en fundir aquella silenciosa prisión. Pero todo intento callado es futíl y sus ojos se funden con su nuca dejandolo vacío.
El segundo demente en su respectiva habitación se sienta en el medio a pensar, esboza un bosquejo de sonrisa y acepta el mal día. Asume la posición inicial del útero y escapa al onírico infinito.
Mañana habrá despertado en la luna tal vez, con su Dios de la mano.

14.9.10

Los rudimentarios ganchos trizan mis coronas de calcio. Un par de dedos revuelven mi lengua como si quisiera distraerla en una danza mojada.
Mientras... el dentista muele los dientes con un torno.

9.9.10

Me clausuran en mí.
Me dividen en dos.
Me engendran cada día en la paciencia
y en un negro organismo que ruge como el mar.
Me recortan después con las tijeras de la pesadilla
y caigo en este mundo con media sangre vuelta a cada lado:
una cara labrada desde el fondo por los colmillos de la
furia a solas, y otra que se disuelve entre la niebla de las grandes manadas.
No consigo saber quién es el amo aquí.
Cambio bajo mi piel de perro a lobo.
Yo decreto la peste y atravieso con mis flancos en llamas
las planicies del porvenir y del pasado;
yo me tiendo a roer los huesos de tantos sueños
muertos entre celestes pastizales.
Mi reino está en mi sombra y va conmigo dondequiera que vaya,
o se desploma en ruinas con las puertas abiertas a la
invasión del enemigo.
Cada noche desgarro a dentelladas todo lazo ceñido al corazón,
y cada amanecer me encuentra con mi jaula de obediencia en el lomo.
Si devoro a mi dios uso su rostro debajo de mi máscara,
y sin embargo sólo bebo en el abrevadero de los hombres
un aterciopelado veneno de piedad que raspa en las entrañas.
He labrado el torneo en las dos tramas de la tapicería:
he ganado mi cetro de bestia en la intemperie,
y he otorgado también jirones de mansedumbre por trofeo.
Pero ¿quién vence en mí?
¿Quién defiende de mi bastión solitario en el desierto, la sábana del sueño?
¿Y quién roe mis labios, despacito y a oscuras, desde mis propios dientes?




~~

3.9.10

De esos días con aire a tedio, gris por vocación. Cuando gotas adolescentes se aventuran a la vertiginosidad del viento y estancan así su suicidio en una trampa de pelos. Llueve mucho y ya es molestia. Todo molesta hoy.
Montar la bestia metálica como a diario, y por dentro, las voces. Un murmullo hormiguente recorre boca y boca, dejando una vida detrás por cada salto. Pequeños fragmentos, pequeñas frases como granadas que de detonarse en nuestros oídos por completo desencadenarían todo un trasfondo de realidades, patrones de comportamiento. Ya está taladrando mis sienes, el murmullo ya es molestia. Todo molesta hoy. Y el murmullo sigue. Se siente como un remolino al borde de la explosión, una vorágine marrón y verde de susurros.

Todo molesta hoy y no puedo hacer nada. O si. Tal vez un juego, algo que divierta.

Tal vez quiero que el murmullo diga lo que yo quiera.

Tal vez que griten al unísono:

Soldados con pata de palo

Manchas en la tela.

¿Y qué si intento escuchar una voz universal entre el gentío?

¿Y qué si ya no los escucho?


No interesa. El viaje termino.

Afuera sigue lloviendo, tan adolescentemente.

Plétora

Se llama plétora a la plenitud de sangre o al estado resultante de la cantidad de glóbulos rojos

sobre su cifra normal.

Llamaremos Pletóricos a cualquier individuo afecto de esta alteración. Veremos el fuego en sus rostros como si ríos nerviosos de sangre estuviesen al borde del colapso, encendidos. Sus venas obliteradas les dejaran un pulso lleno, ancho y desarrollado, y ese motor que domina sobre la sangre rugirá por más caudal.

Se les cerrará el aire y el sudor les resbalara a brotes. Lava por orín y alfileres punzandoles el tejido craneal. Los persiguira un zumbido hasta el desvelo.

Dolientes de su sangre.

2.9.10

Me pidio que escriba- silencio.