Tranquilo


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31.8.10

Grises en escala

La lluvia estrepitosa
La sinestesia nublada
La imagen perfecta.
El tiempo parece estar aplastando,
y lo único que puedo decir son éstas estupidas palabras.

Indiegentes

Cruda y cruel la sacrílega carne que se arrastra por los caminos.
Dementes y abatidos, encuentran plumas entre heces y ceramicos.
Al este de la mirada se los vé relamiendo su miseria.
Su pesar los roe, la calle los desgasta.
La traicion del destino- un infortunio desbalanceado.
Otros se burlan de la urbe, la vagan sin remordimiento alguno.
Botellas de alcohol, dos y un grito desaforado.
Días paz, o los días pasan y desatan el ser energúmeno.
Otros les regalan lágrimas y monólogos incoherentes a las vías del tren.

¿Pero a donde iras hoy que las lágrimas las regala el cielo, y tu cruda carne no encuentra las plumas?

27.8.10

S( a )imon vive con las ballenas.

26.8.10

Te traigo la muerte de la que vamos a matarnos.

Solos tú y yo, e irremediablemente
unidos por la muerte: torturados aún por
fantasmas que dejamos con torpeza
arañarnos el cuerpo y luchar por los despojos
del sudario, pero ambos muertos, y
seguros
de nuestra muerte
; dejando al espectro proseguir en vano
con el turbio negocio de los datos: mudo,
el cuerpo, ese impostor en el retrato, y los dos siguiendo
ese otro juego del alma que ya a nada responde,
que lucha con su sombra en el espejo-solos,
caídos frente a él y viendo
detrás del cristal la vida como lluvia, tras del cristal
asombrados
por los demás, por aquellos-Vous etes combien? que nos
sobreviven
y dicen conocernos, y nos llaman
por nuestro nombre grotesco, ¡ah el sórdido, el
viscoso templo de lo humano!
Y sin embargo
solos los dos, y unidos por el frío
que apenas roza brillante envoltura
solos los dos en esta pausa
eterna del tiempo que nada sabe ni quiere, pero dura
como la piedra, solos los dos, y
amándonos
sobre el lecho de la pausa, como se aman
los muertos
«amó», dijiste, autorizado por la muerte
porque sabías de ti como de una tercera persona
bebió dijiste, porque Dios estaba (Pound dixit)
en tu vaso de whiski
amo bebió, dijiste, pero ahora espera
¿espera? y en efecto la resurrección
desde un cristal inválido te avisa
que con armas nuestra muerte florece
para ti que sólo
sabías de la muerte. Aquí
¿debajo o por encima?
de esta piedra
tú que doraste la sobrenatural dureza y el
dolor sobrenatural de los edificios desnudos

¿en qué perspectiva
-dime- acoger la muerte?

en la mesa de disección
tú que danzaste
enloquecido en la plaza desierta
tropezando
hiriéndote las manos en el trapecio del silencio
en pie contra las hojas muertas que
se adherían a tu cuerpo, y contra la hiedra que tapaba
obsesivamente tu boca hinchada de borracho,
danzas, danzaste
sin espacio, caído, pero
no quiero errar en la mitología
de ese nombre del padre que a todos nos falta,
porque somos tan sólo hermanos de una invasión de lo imposible
y tus pasos repiten el eco de los míos en un largo
corredor donde
retrocedo infatigable, sin
jamás moverme
¡ah los hermanos, los hermanos invisibles
que florecen,
en el Terror! ¡Ah los hermanos, los hermanos que se defienden
inútilmente de la luz del mundo con las
manos,
que
se guardan del mundo por el Miedo, y cultivan en la
sombra
de su huerto nefasto la amenaza de lo eterno, en
el ruin mundo de los vivos! ¡Ah los hermanos,
Y el ave,

el ave que vuela sobre el mundo en llamas, diciendo sólo
a los
mortales que se agitan debajo, diciendo
sólo:
ABISMO, ABISMO!
Abismo, sí, tibia guarida
de nuestro amor de hermanos, padre.
¡Pero tan solos!
¡Tan solos! Fantasmas que hace visible la hiedra
-como hiedramerlín como niñadecabezacortada como
mujermurciélago la niña que ya es árbol-
crecen hojas
en la foto, y un florecer te arranca
de los labios caníbales de
nuestra madre Muerte, madre
de nuestro rezo
florecen los muertos florecen
unidos acaso por el sudor helado
muerto de muchas cabezas hambrientas de los vivos
te esperamos ave, ave nacida
de la cabeza que explotó al crepúsculo
ave dibujada en la piedra y llena
de lo posible de la dulzura,
de su sabor
ajeno que es más que la vida, de su crueldad
que es más que la vida
¡ira
de la piedra, ira que a la realidad insulta,
que apalea
a la cabaña torpe de la mentira con verbos
que no son, resplandecen, ira
suprema de lo mudo!
(
te esperamos
en la delgada orilla de lo que cae, en el prado
nocturno que atraviesan lentos
los elefantes
percibís el frío
la
conspiración de las algas,
gelatina, escamas,
mano
que sobresale de la tumba
manos que surgen de la tierra como tallos
surcos arados por la muerte,
cabezas de ahorcados que echan flor:

decapitados que dialogan
a la luz decreciente de las velas,
¡oh quién nos traerá la rima
la música, el sonido que rompa la campana
de la asfixia, y el cristal borroso
de lo posible, la música del beso
!
De ese beso, final, padre, en
que
desaparezcan
de un soplo nuestras sombras, para
asidos de ese metro imposible y f e r o z,

quedarnos a salvo de los hombres para siempre
,
solos yo y tú mi amada





(A los veinticuatro, y a los veintiseis)






9.8.10

Nadie escucha a la tía loca.

Extrañamente miran y miran como por ventana de alto balcon, y se pierden siempre dentro de si mismos como si uno mismo se separara de sí por una distancia igual a la que hay entre el elevado balcon y el suelo o la del balcon al cielo mismo. Extrañamente son tiempos de depresión por volar en el vacío, por no encontrarse, por no entenderse, por pelear con ese espejo macabro que refleja el vacío que es volar con alas amarradas en una voluta de humo pasajero. En la nada. Y la paciencia. La paciencia es la tía loca e ida de la familia. Ya no cuentas con su simpatía loca tía, prefieren perderse en su reflejo a arroparte tía loca (Ni la locura ni el paciente). Quédate sola, tía, en tu puerta inmutable de los tiempos, con tus gatos y tus tazas de té. Deja de invitarlos con aire taciturno a sentarlos a tu mesa a escuchar el río de sus venas. Deja ya de maravillarte por como corre el aíre dentro del tímpano y como la selva de la cabeza crece y decrece y como las uñas, hueso y carne. Deja ya de enamorarte de la vida que te vuelve loca y más loca. Miralos a ellos en sus círculos de fuego jugando a pulir el borde con un trapo húmedo que con en un ínfimo centésimosegundito se consume en árida ceniza y los dactilares se les vuelven con fuerza de inercia, chamuscados, heridos.
Míralos lamentar la soledad del círculo y la incomprensión de las demás figuras geométricas que son los otros. Todos somos islas ardiendo en el vacio tía loca. Y creo a veces todos olvidamos tus risotadas en pleno debate a la cena, olvidamos como reías con nuestros pequeños ahogos conjuntos en un pocillo de café ,olvidamos completamente que hablabas de formar archipielagos en la oscuridad.
Ya tía loca, nos olvidamos que es arcana tu piel y no has reído solo de nuestra mesa y nuestros cafés sino que les has sonreído con calma hasta al césar y le has dado uvas para calmar su carcel centrífuga.
Tía loca, los desespera tu presencia. Imitarte es mirar un espejo sin reflejo.
Ya estan hartos tía, de que les pinten tu nombre como un cuadro y los empujen a una caída de libre interpretación con la ilusión de tener tu espectral mano agarrada de la suya (Están solos y cayendo, como todos).
Extrañamente todos parecen estar cansados de tu té, tía. Se asquean con sus refrescos hasta las arcadas y luego se desesperan ahogados en una nada más eterea que la nada misma.
Extrañamente hay una depresión de naufragos del éter.
Haz que vengan contigo, haz que se amiguen con la tía loca.
Dejen de mirar al vacío del espejo y tomen un té con la tía.
Dejen de estar tristes por ser y escuchen el río de sus venas.
Corran con él.

5.8.10

Camino ( - )

Iba pensativo de vagón en vagón (o tal vez estación y yo no ví) arrojando miradas de desapruebo y tal vez una mirada perdida que simule una sonrisa, pero no, yo no te sonrío. Y detuveme en el niño, el niño y sus gulas consentidas en bolitas de soda en bolitas de limón en botellitas de cuajo. Y agradable el niño provoca con un mirar un nunca ya simulacro de sonrisa ante la imagen pura de un cabeza pequeña ingiriendo a correr de conejos y sorbos y sorbos una cantidad inhumana de jugo de jugo de conejo que corre y jugo de conejo que sorbe y jugo de cuajo de limón.
Sonreí. Le sonreí al pequeño, anodadado de la pureza y simpleza que lo arrastra de vagón a vagón (o estación a estación por si no vió) olvidando la tal vez bestia que ese pequeño humano podría llegar a ser. Sonreí. Le sonreí igual.
Y atravesando vagón y vagón y estación y estación la madre lo eleva a la altura de los barandales, a la altura de sus hombros cobijandolo con brazos de consentido.
Y la bestia lanzó 2 metros lejos de sí un brebaje hediente y blanco. Para molestia de la fila sentada en colchones el brebaje les asesinó el ojo les atestó las carteras y les hedió las prendas.
Sonreí, sonreí esta vez por lo insulso de mi anterior mueca, y recordé cuan asquerosos somos todos por dentro, olvidé que la bestia se rodea de bestias y bestias somos.
Sonreí, porque el aire apestaba. Como todos nosotros.