Tranquilo


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10.5.10


Una luz rojiza
más allá de la vista sepultada
llevaba entre la herida
el último latido de mis ojos.

Sólo la noche me parecía entendible,
su voz murmuraba historias
en forma de pálidos besos esmaltados.
Su amor me hizo libre,
el frío de sus labios me dio fuerza.

Sus delgadas manos de vidrio
me dieron eternidad de arena.
Dijo que estaba casi muerta
pero siempre había existido
en cambio
no todos los días son brillantes.

La noche me enseño a ser yo mismo
me dejó llorar hasta ensancharme.
Fui nube...
mi corazón era grande y ligero.
Fui piedra...
mi voluntad hablaba por los poros:
pidió al árbol su sobra y su paciencia,
generoso, sus ramas asentían.

Entonces llegaba el día,
yo estaba protegido por sus hojas
más que por la falda de una casa.

Mi hogar fueron los cerros
el lenguaje de las plantas;
el árbol se convirtió en mi hermano,
los lobos me dieron ojos renovados...
La noche una túnica
que a mitad del mundo serpentea.




Hombre que fué viento nocturno
Jorge C.

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