17.5.11
20.4.11
13.4.11
Hoy estuve nadando con fantasmas, y canté.
Una sensación invertida de estar llenandose;
¿De aire? ¿De qué? Tal vez ese oxígeno que ciertamente estuve necesitando. Baja ahora por toda mi espina.
Soy quien tuvo las alas rotas. Quien antes que volar tuvo que destrozar sus pies.
Soportar la inmundicie de la terrenalidad. Soy quien está enfurecido con el vivir del tedio en las planicies. Pero eso ya no más. Mi alma nace a borbotones ahora, en esferas rojas y rosas. Mi cara dibuja una sonrisa al fin. Cada cuerpo ocre desdobla de a poco cada porcion de alma que quedaba en este cuerpo cansado de correr. Ahora la paz viene en oleadas de sordera. O silbidos. Tal vez es ruido blanco. Ruido rojo. Los ojos que esta tierra maldita me dió se apagan y no los ilumina más destello alguno. Quien no quería nacer está concretando su partida. Los ojos son las puertas del alma, se sabe. Pero nada sangra más que una herida en la cabeza.
Siento esta vez el olor a pasto mojado, el ruiseñor es maestro de sinfonías, los insectos acarician la oquedad de mi cuerpo, el aire corre despacio y recorre cada centimetro de mi piel.
Nada sangra más que una herida en la cabeza. Y a veces querer volar solo lleva al precipicio.
Mi hielo interno; mi hielo todo
este es el sueño en carne viva y no un desvelo
el momento antes de nacer de nuevo.
El alma despojada de toda belleza
nace de los poros de esta bajeza
de la inmundicie, el alma y su extrañeza.
Aquí mi cuerpo vapuleado clama escapar
abandonar el mundo que no quiso escuchar
Mas fragmentar la cabeza no es forma de volar.
Ahora soy el fuego de la humanidad vertido en un cáliz maldito, pútrido y compartido. ¿Cuántas almas nadaran acá conmigo? Todo el fuego cansado y hastiado de la humanidad ahora lame la herradumbre de este cáliz negro. No somos más que la otra cara
de quienes soportaron sus huesos hasta el quebrar. De quienes vieron caer sus dientes con espasmo, quienes perdieron todo control de sus esfínteres y dejaron palidecer su corona.
No somos más que aquellos que dijeron Basta. ¡Basta! ¡Porque Basta! Si verse vivir es arremolinarse entre seres que en silencio apuntan un arma a la cara de uno. Y ser asesinado, tan idiota, despues de vivir pensando que todo es un ensueño. Que vivir es construir castillos en los montes y mirar maravillado las tierras labradas por fuerzas divinas.
Pero ¡Basta! Si esos castillos no nacen de la tierra, no los enraiza ningún lazo de madera. Esos castillos, querido soñador, los construyen manos cansadas, cuerpos golpeados. A esas tierras la labran desde animales a congeneres. Azotados a diarío por la crueldad del sol. Debilitados por las precipitaciones, pierden toda esperanza de alguna vez, alguna vez ser dueños de lo que sus manos tanto sangran.
Por eso es que ¡Basta! Si vivir es un sueño, vivir el sueños es una pesadilla. Por eso ¡Basta! Prefiero prenderme fuego y lamer óxido a quedarme a ver como el soñador es aplacado por la furiosa realidad. Porque los castillos caen encima de uno al final.
Y lo que queda en el medio es carne podrida.
Ángeles nada celestiales cuyas alas han sido extirpadas
para ser quienes deambulen la línea de fuego.
Para que sus lamentosos gritos se apaguen tras pólvora y combustibles.
6.4.11
La calma.
La cúpula de mi pecho partía el esternon y se llenaba de espectros de agua y ceniza; espectros de la noche ígnea y la madrugada ahogada. Cada espectro llevaba una corona de espinas para mis quinientos gritos. Cada espina era un ultraje a mi alma, una injuria a quienes saben abrazar el corazón. Puesto que mi cúpula sombría le era reticente a la mirada tierna de las nubes lanzaba entonces cientos de rayos que apesumbraban la más dulce de las praderas. ¿Qué queda entre ese ceño fruncido y este pecho execrable? Un corazón entre rejas. Que ni el más flexible de los verdugos soltará la llave. Amor amor hacen falta armas a veces. Una pelea entre lo magnánimamente lógico y lo más oscuro del comportamiento. Los canes se ahogan en los mares. Pero están esas veces que entre la vorágine se escuchan aullidos. El perro herido. Y las espinas dejan de sangrar. Las sienes azoradas se calman. En esa gran cúpula de repente irrumpe un haz de luz entre la neblina. Una luz de canto, una luz de pleno már amor.
Hay noches que los perros aprenden a sustraer el oxígeno arcano del agua.
Hay noches que las branqueas cortan sus gargantas.
Y el lobo comienza a nadar.
Y yo me detengo de esa maratón agobiante.
I sit by the river.
Y veo el alma del río que camina, tranquila entre las rocas.
5.4.11
27.3.11
IV
La mano velluda sostiene la cuerda rugosa. Los nervios se tensan. La mano inaugura la horca con afán de verdugo. Farewell. El aire se te va, la posición fetal se transforma en un crispar de piernas, en el revoltijo de una babosa bañada en sal, en lo más macabro de tu letargo. El punto máximo de dolor, de muecas tan honestas como el dolor punzante que se siente, que se respira. Por fin abrís los ojos. Esa muerte fingida es parodia de la que está en tu porvenir. Ojos rojos de bestia. Te despojo de este circo, acémila indeseable. En este útero maldito yo te ahorco. Mi mano de verdugo te condena.
¿Para qué vas a volver a nacer si podes morir ya?
Ya y de una vez.
Para que yo
pueda
por fin
nacer.
III
Insisto en que se te ahorque con el hilo lógico.
Regla prima: No dormir.
II
Si despues no haces más que volver a dormir.
¿Por qué nacer?
Si no morir.
Tu sueño; la muerte fingida.
La seda puede volverse aspera.
I
Si tiene su todo escudo, una seda fertil.
¿Por qué llegar a la osmosis rabiosa?
¿Por qué es que nace?
Si nacimiento es milagro mas este es infame. Es el nacimiento de lo que grita y corroe. Nacer es verse morir para no saber no saber no saber nada, nada más.
¿Y por qué es que nace?
Si envuelto en las sombras de un óvulo se acobija despacito, apasible, taimado. Si su posición fetal hasta evoca caóticas descripciones de lo peligroso nato latente. Verlo; que si nace explota. Explota desde dentro del útero cotidiano para arruinarlo todo. Para abrir el pecho del huesped y librar 7 males.
¿Por qué llegar a la osmosis de la rabia?
Uno no elige su animal interior.
Mas no hay paz sin él.
Sin el nato peligro latente.
Sin el útero en sombras.
Sin la rabia de preguntar ¿Para qué verse morir?
12.3.11
-La humilde morada-
¿Por qué no adornar cada esquina de córneas?
Si. Córneas y labios mudamente tiernos,
labios que llenen los silencios con odas a la opresión en tu pecho.
Esa que no te deja dormir. La red polisignea que araña tus sienes.
Córneas que estén a la vigía constante
En vigía de esos pensamientos que se arremolinan tras los barrotes de tu mente.
¿Por qué no adornar el silencio de las bocas con nombres?
Nombres. Nombres que separen y desmembren cada amor que se tiene por los músculos
Por el corazón y el labio.
Por cada suspiro ausente.
Por cada carne fantasma.
Que no se ve;
Que se siente.
Que está,
Que no está.
Me salpico en mi
Me lleno de esos vacios que obnubilan el pecho
Me arrastro en este vaho, salpicado en moho lleno de asperezas
De sinsabores
Me lleno de esa nada que repleta el espacio impudico de tu esternon
Me arrastro
¿O me dejo arrastrar?
Despues de todo,
esto es un rio de arena.
Todo esto es no más quie la triste proyección de una cara perdida en un cristal
Y se apaga
Y se pierde
Se funde con el entorno
y nunca más
nunca más
No
Pues los ojos brillan
La retina sulfura
La angustia no palidece;
toma color.
Se llena de esa nada que envuelve
Que canta
Que arrastra.
Porque la arena nos recuerda la individualidad del ser
Cada granito
Cada aspereza
Todo y nada
se funden
en
este
esternon.
3.1.11
Un tal.
Considerablemente deprimido, Lucas se dice que a esas alturas lo único que cabe es una especie de intrapolación: también esto, lo que está pensando en este momento, es un mecanismo que su conciencia cree comprender y controlar, también esto es un antropomorfismo aplicado ingenuamente al hombre. «No somos nada», piensa Lucas por él y por el pulpo.
—¿Se le perdió algo, señor? —inquirió la señora entre cuyos tobillos proliferaban los dedos de Lucas. —La música, señora —dijo Lucas, apenas un segundo antes de que el senador Poliyatti le zampara la primera patada en el culo.
Como es natural, los estudiantes se precipitan inmediatamente a sus diccionarios para traducir el pasaje, tarea que al cabo de tres minutos se ve sucedida por un desconcierto creciente, intercambio de diccionarios, frotación de ojos y preguntas a Lucas que no contesta nada porque ha decidido aplicar el método de la autoenseñanza [...] cosa a la que Lucas responde que muy bien podría ser aunque lo más seguro es que quién sabe.
Lucas es un clínica de cinco estrellas, los-enfer-mos-tienen-siempre-razón.
Si el invitado que va al baño es Lucas, su horror sólo puede compararse a la intensidad del cólico que lo ha obligado a encerrarse en el ominoso reducto. En ese horror no hay neurosis ni complejos, sino la certidumbre de un comportamiento intestinal recurrente, es decir que todo empezará lo más bien, suave y silencioso, pero ya hacia el final, guardando la misma relación de la pólvora con los perdigones en un cartucho de caza, una detonación más bien horrenda hará temblar los cepillos de dientes en sus soportes y agitarse la cortina de plástico de la ducha. Nada puede hacer Lucas para evitarlo; ha probado todos los métodos, tales como inclinarse hasta tocar el suelo con la cabeza, echarse hacia atrás al punto que los pies rozan la pared de enfrente, ponerse de costado e incluso, recurso supremo, agarrarse las nalgas y separarlas lo más posible para aumentar el diámetro del conducto proceloso. Vana es la multiplicación de silenciadores tales como echarse sobre los muslos todas las toallas al alcance y hasta las salidas de baño de los dueños de casa; prácticamente siempre, al término de lo que hubiera podido ser una agradable transferencia, el pedo final prorrumpe tumultuoso.
Amarillo, reflexiona Lucas en voz alta, y eso al mismo tiempo es una orden, mejor con el amarillo que es un color dinámico y entrador, y vos qué estás esperando.
Por supuesto, dice Lucas, a ver si encima de puto me vas a tomar por gil.
—Ponele —dice alguien—, pero frente a la coyuntura histórica el escritor y el artista que no sean pura Torredemarfil tienen el deber, oíme bien, el deber de proyectar su mensaje en un nivel de máxima recepción.
-Aplausos. —
Siempre he pensado —observa modestamente Lucas— que los escritores a que aludía son gran mayoría, razón por la cual me sorprende esa obstinación en transformar una gran mayoría en unanimidad. Carajo, ¿a qué le tienen tanto miedo ustedes? ¿Y a quién si no a los resentidos y a los desconfiados les pueden molestar las experiencias digamos extremas y por lo tanto difíciles (difíciles en primer término para el escritor, y sólo después para el público, conviene subrayarlo) cuando es obvio que sólo unos pocos las llevan adelante? ¿No será, che, que para ciertos niveles todo lo que no es inmediatamente claro es culpablemente oscuro? ¿No habrá una secreta y a veces siniestra necesidad de uniformar la escala de valores para poder sacar la cabeza por encima de la ola? Dios querido, cuánta pregunta.
además de la supuración en radiante tecnicolor Lucas se sentía más aplastado que pasa de higo. En numerosas ocasiones Lucas que tiene buen corazón ha puesto en práctica su método con sorprendentes resultados en la familia y amistades. Por ejemplo, cuando su tía Angustias contrajo un resfrío de tamaño natural y se pasaba días y noches estornudando desde una nariz cada vez más parecida a la de un ornitorrinco, Lucas se disfrazó de Frankenstein y la esperó detrás de una puerta con una sonrisa cadavérica. Después de proferir un horripilante alarido la tía Angustias cayó desmayada sobre los almohadones que Lucas había preparado precavidamente, y cuando los parientes la sacaron del soponcio la tía estaba demasiado ocupada en contar lo sucedido como para acordarse de estornudar, aparte de que durante varias horas ella y el resto de la familia sólo pensaron en correr detrás de Lucas armados de palos y cadenas de bicicleta. Cuando el doctor Feta hizo la paz y todos se juntaron a comentar los acontecimientos y beberse una cerveza, Lucas hizo notar distraídamente que la tía estaba perfectamente curada del resfrío, a lo cual, y con la falta de lógica habitual en esos casos la tía le contestó que esa no era una razón para que su sobrino se portara como un hijo de puta.
¿Verdad que funciona? ¿Verdad que es —que son— bello (s)? Preguntas de esta índole hacíase Lucas trepando y descolgándose También Lucas había diferido sus diferencias, porque si un soneto es de por sí una relojería que sólo excepcionalmente alcanza a dar la hora justa de la poesía, un zipper sonnet reclama por un lado el decurso temporal corriente y, por otro, la cuenta al revés, que lanzarán respectivamente una botella al mar y un cohete al espacio. Un vértigo, una brusca irrealidad. Es entonces cuando la otra, la ignorada, la disimulada realidad salta como un sapo en plena cara, digamos en plena calle (¿pero qué calle?) una mañana de agosto en Marsella. Despacio, Lucas, vamos por partes, así no se puede contar nada coherente. Claro que. Coherente. Bueno, de acuerdo, pero intentemos agarrar el piolín por la punta del ovillo.
Son las diez de la mañana y Lucas un poco sonámbulo pregunta a la señora de Informaciones corno se consiguen los artículos de la lista y la señora le dice que hay que salir del hospital por la derecha o la izquierda, da lo mismo, al final se llega a los centros comerciales y claro, nada está muy cerca porque el hospital es enorme y funge en un barrio excéntrico, calificación que Lucas habría encontrado perfecta si no estuviera tan sonado, tan salido, tan todavía en el otro contexto allá en las colinas, de manera que ahí va Lucas con sus zapatillas de entrecasa y su camisa arrugada por los dedos de la noche en el sillón de supuesto reposo, se equivoca de rumbo y acaba en otro pabellón del hospital, desanda las calles interiores y al fin da con una puerta de salida, hasta ahí todo bien, aunque de cuando en cuando un poco el sapo en plena cara, pero él se aferra al hilo mental que lo une a Sandra allá arriba en ese pabellón ya invisible y le hace bien pensar que Sandra está un poco mejor, que va a traerle un camisón (si encuentra) y dentífrico y sandalias. Todo suena como en un mal sueño porque Lucas se cae de cansado y hace un calor terrible y no es una zona de taxis y cada nueva indicación lo aleja más y más del hospital. Venceremos, se dice Lucas secándose la cara, es cierto que todo es un mal sueño, Sandra osita, pero venceremos, verás, tendrás la toalla y el camisón y las sandalias, puta que los parió. Lucas olvidará este momento en que solo y perdido se descubre en lo absurdo de no estar ni solo ni perdido y sin embargo, sin embargo. Piensa vagamente (se siente mejor, empieza a burlarse de esas puerilidades) en un cuento leído hace siglos, la historia de una falsa banda de música en un cine de Buenos Aires.
A la hora de su muerte, si hay tiempo y lucidez, Lucas pedirá escuchar dos cosas, el último quinteto de Mozart y un cierto solo de piano sobre el tema de I ain't got nobody. Si siente que el tiempo no alcanza, pedirá solamente el disco de piano. Larga es la lista, pero él ya ha elegido. Desde el fondo del tiempo, Earl Hiñes lo acompañará.
un °Pez.
9.12.10
El espíritu habla al alba.
Querer paz.
Hoy, querer paz para el resto de las mañanas.
La despreocupación.
La misma que la del can jugando en los andenes. Asombrado con el paso de una oruga industrial y corriendo de punta a otra. Encontrandose en cada extremo del anden con el reflejo de su cara entretenida, y el de la lengua colgando, y los ojos riendo.
La revelación cayendo como arroyo.
Ser el silencio entre las notas. El aire entre las ramas.
Ser en paz lo que fluye.
Como el arroyo.
Como la revelación.
Conversaciones con mi mente: Un pichón con traje.
Ningún lugar está aquí o está ahí
Todo lugar es proyectado desde adentro
Todo lugar es superpuesto en el espacio
Ahora estoy echando un lugar para afuera
estoy tratando de ponerlo encima de ahí
encima del espacio donde no estás
a ver si de tanto hacer fuerza si de tanto hacer fuerza
te apareces ahí sonriente otra vez
Aparécete ahí aparécete sin miedo
y desde afuera avanza hacia aquí
y haz harta fuerza harta fuerza
a ver si yo me aparezco otra vez si aparezco otra vez
si reaparecemos los dos tomados de la mano
en el espacio
donde coinciden
todos nuestros lugares
3.12.10
-Dovevo farlo, IO? e perchè ??... Si dice che fosse... un wurdulak.
-Ich habe durchbohrten Herzen, schon gesehen? Würden Sie haben zu tun hatte es sie!
-Ich würde sagen, ICH? Und why?? ... Es wird gesagt, daß es war ... EIN wurdulak.
-J'ai percé le Coeur, vous avez vu? Auriez-vous dû le faire vous!
-J'ai devraient le faire ,JE? Et pourquoi??... Il est dit qu'il était... Le wurdulak.
-Jeg har gjennemstunget Hjerte, har du sett? Ønsker du har hatt til å gjøre det du!
-Jeg skal gjøre så, JEG? Og why?? ... Det er sagt at det var ... En wurdulak.
24.11.10
Catarsis.
Uno se olvida que una Y griega tiene un trazo más grueso que el otro, Y eso crea dos realidades posibles. ¿El lado grueso? Vení reite conmigo o tembla como las manos o salta como las piernas o forcejea con el corazón. Pero salí de ahí, salí del pecho que me estoy cansando.
A veces me olvido quien soy, basta.
8.11.10
23.10.10
There's just a poor man's atribulated mind, who's lying on an island that drifts towards eternity. There is just a man that can't accept that was born alone and will die alone; lying on an island.
There is no heaven. There is no hell.
This bondage to eternity is not heaven, it's not hell. Humans have a bond to their bones only; and bones are bound to become dust and vanish in eternity.
There is no heaven as there is no hell.
There's just ash, dust and eternity.
14.10.10
10.10.10
6.10.10
5.10.10
largo como su propio largo.
No es mentira
ni una realidad alterna.
Le está colgando un hilo. De cenizas. ¿Vés?
En la última sección de su brazo,
flotan 4 hilos que se entrelazan freneticos;
como buscar de donde aferrarse en caída libre. (Sólo de las pestañas.)
A mi sahumerio le cuelga un hilo de cenizas.
Ahí está. ¿No lo vés?
2.10.10
29.9.10
Se parece a pasar la mano por la melena tupida, y como premisa del porvenir, no solo ver el nubarrón. Sino sentir como ya inunda tu coronilla y engrasa tus dedos.
Ahora es cuando la música de esos ingleses melancólicos te encamina en esa cabaña en la colina.
Esta tarde al volver, pateé una paloma; ese accionar inconsciente del deseo cotidiano.
Y todo por la humedad. (O no.)
26.9.10
Ignoro las risas lejanas que amagan a devolverme al ser, como se vuelve a la luz. Ignoro al personaje esporadico, el que hace sonar sus llaves cada domingo para luego irse, y volver al siguiente domingo.
Siento la brisa como se siente la caricia de la amada, como se siente al labio rozar la carne.
Es entonces que me lleno de silencio y los ruidos sordos del exterior se vuelven un alegretto o un moderatto de Bartók encerrado en una caja presurizada. La brisa acaricia mis fosas nasales como formando una telaraña y mis ojos se ven embelesados de oscuridad, sintiendo el verde de la brisa, el verde fluorescente, y al negro azabache tornandarse cerúleo como el techo sin nubes de alguna lejana pradera. Luego el verde de nuevo, como insistiendo. Como si la nostalgia de la lejana pradera quisiera llenarme los poros y que vuele a ella.
Abro los ojos y caigo en la realidad donde las praderas son imágenes colgadas de edificios promocionando algún desodorante de ambiente, o alguna leche descremada.
y brillaba la luna en el asfalto.
Una sombra sin sombra me detuvo
impidiéndome el paso. Oí su voz,
de un helado metal que no era humano,
preguntarme ¿qué buscas, di, qué buscas?
Permanecí ante ella silencioso.
¿Qué buscas, di, qué buscas?, repetía,
la angustia y la mentira son la clave,
apréndelo (me dijo), aún no es tarde.
¿Por qué quieres pasar?, ¿dime qué buscas?
Pero no respondí. Sin decir nada,
abrí las negras puertas de mi pecho
y fue mi cuerpo uno con el mundo.
Sombra sin bulto era aquella sombra
y le tuve piedad como a algo vivo.
En la abrasada luz que eran sus ojos
detuve mi mirada un solo instante.
¿Qué buscas, di, qué buscas? Me decían
aún sus ojos ciegos. Nada busco,
le contesté por fin. Se hundió en la noche
de mis ojos aquella extraña sombra
de la que nada supe. Me aguardaba
una infinita calle toda a oscuras.
Oí mis pasos y descansé en mi sueño.
19.9.10
El habla de la ideología; el uso de los códigos.
(p. 102-103)
15.9.10
Lo cóncavo de la felicidad.
El cuarto demente de la primera habitación (La de más arriba) comienza a llorar una marchita remembranza y una lúgubre canción, ahora desconoce la risa y se arranca los pelos uno a uno, luego los come, luego los enrieda en su garganta y se deja morir (Sentado y miserable). El tercer demente en la cuarta habitación se acuesta a mirar penetrante el cielo razo mudo de su prisión, procurando que el ardor que sienten sus ojos al no cerrar los párpados queme esa carcel y deje ver la luna para reír de nuevo. Durante horas sus ojos no se cierran y todo su ser se enfoca en fundir aquella silenciosa prisión. Pero todo intento callado es futíl y sus ojos se funden con su nuca dejandolo vacío.
El segundo demente en su respectiva habitación se sienta en el medio a pensar, esboza un bosquejo de sonrisa y acepta el mal día. Asume la posición inicial del útero y escapa al onírico infinito.
Mañana habrá despertado en la luna tal vez, con su Dios de la mano.
14.9.10
9.9.10
Me engendran cada día en la paciencia
y en un negro organismo que ruge como el mar.
Me recortan después con las tijeras de la pesadilla
y caigo en este mundo con media sangre vuelta a cada lado:
una cara labrada desde el fondo por los colmillos de la
furia a solas, y otra que se disuelve entre la niebla de las grandes manadas.
No consigo saber quién es el amo aquí.
Cambio bajo mi piel de perro a lobo.
Yo decreto la peste y atravieso con mis flancos en llamas
las planicies del porvenir y del pasado;
yo me tiendo a roer los huesos de tantos sueños
muertos entre celestes pastizales.
Mi reino está en mi sombra y va conmigo dondequiera que vaya,
o se desploma en ruinas con las puertas abiertas a la
invasión del enemigo.
Cada noche desgarro a dentelladas todo lazo ceñido al corazón,
y cada amanecer me encuentra con mi jaula de obediencia en el lomo.
Si devoro a mi dios uso su rostro debajo de mi máscara,
y sin embargo sólo bebo en el abrevadero de los hombres
un aterciopelado veneno de piedad que raspa en las entrañas.
He labrado el torneo en las dos tramas de la tapicería:
he ganado mi cetro de bestia en la intemperie,
y he otorgado también jirones de mansedumbre por trofeo.
Pero ¿quién vence en mí?
¿Quién defiende de mi bastión solitario en el desierto, la sábana del sueño?
¿Y quién roe mis labios, despacito y a oscuras, desde mis propios dientes?
3.9.10
De esos días con aire a tedio, gris por vocación. Cuando gotas adolescentes se aventuran a la vertiginosidad del viento y estancan así su suicidio en una trampa de pelos. Llueve mucho y ya es molestia. Todo molesta hoy.
Montar la bestia metálica como a diario, y por dentro, las voces. Un murmullo hormiguente recorre boca y boca, dejando una vida detrás por cada salto. Pequeños fragmentos, pequeñas frases como granadas que de detonarse en nuestros oídos por completo desencadenarían todo un trasfondo de realidades, patrones de comportamiento. Ya está taladrando mis sienes, el murmullo ya es molestia. Todo molesta hoy. Y el murmullo sigue. Se siente como un remolino al borde de la explosión, una vorágine marrón y verde de susurros.
Todo molesta hoy y no puedo hacer nada. O si. Tal vez un juego, algo que divierta.
Tal vez quiero que el murmullo diga lo que yo quiera.
Tal vez que griten al unísono:
Soldados con pata de palo
Manchas en la tela.
¿Y qué si intento escuchar una voz universal entre el gentío?
¿Y qué si ya no los escucho?
No interesa. El viaje termino.
Afuera sigue lloviendo, tan adolescentemente.
Plétora
sobre su cifra normal.
Llamaremos Pletóricos a cualquier individuo afecto de esta alteración. Veremos el fuego en sus rostros como si ríos nerviosos de sangre estuviesen al borde del colapso, encendidos. Sus venas obliteradas les dejaran un pulso lleno, ancho y desarrollado, y ese motor que domina sobre la sangre rugirá por más caudal.
Se les cerrará el aire y el sudor les resbalara a brotes. Lava por orín y alfileres punzandoles el tejido craneal. Los persiguira un zumbido hasta el desvelo.
Dolientes de su sangre.
2.9.10
31.8.10
Indiegentes
Dementes y abatidos, encuentran plumas entre heces y ceramicos.
Al este de la mirada se los vé relamiendo su miseria.
Su pesar los roe, la calle los desgasta.
La traicion del destino- un infortunio desbalanceado.
Otros se burlan de la urbe, la vagan sin remordimiento alguno.
Botellas de alcohol, dos y un grito desaforado.
Días paz, o los días pasan y desatan el ser energúmeno.
Otros les regalan lágrimas y monólogos incoherentes a las vías del tren.
¿Pero a donde iras hoy que las lágrimas las regala el cielo, y tu cruda carne no encuentra las plumas?
27.8.10
26.8.10
Te traigo la muerte de la que vamos a matarnos.
unidos por la muerte: torturados aún por
fantasmas que dejamos con torpeza
arañarnos el cuerpo y luchar por los despojos
del sudario, pero ambos muertos, y seguros
de nuestra muerte; dejando al espectro proseguir en vano
con el turbio negocio de los datos: mudo,
el cuerpo, ese impostor en el retrato, y los dos siguiendo
ese otro juego del alma que ya a nada responde,
que lucha con su sombra en el espejo-solos,
caídos frente a él y viendo
detrás del cristal la vida como lluvia, tras del cristal
asombrados
por los demás, por aquellos-Vous etes combien? que nos
sobreviven
y dicen conocernos, y nos llaman
por nuestro nombre grotesco, ¡ah el sórdido, el
viscoso templo de lo humano!
Y sin embargo
solos los dos, y unidos por el frío
que apenas roza brillante envoltura
solos los dos en esta pausa
eterna del tiempo que nada sabe ni quiere, pero dura
como la piedra, solos los dos, y amándonos
sobre el lecho de la pausa, como se aman
los muertos
«amó», dijiste, autorizado por la muerte
porque sabías de ti como de una tercera persona
bebió dijiste, porque Dios estaba (Pound dixit)
en tu vaso de whiski
amo bebió, dijiste, pero ahora espera
¿espera? y en efecto la resurrección
desde un cristal inválido te avisa
que con armas nuestra muerte florece
para ti que sólo
sabías de la muerte. Aquí
¿debajo o por encima?
de esta piedra
tú que doraste la sobrenatural dureza y el
dolor sobrenatural de los edificios desnudos
¿en qué perspectiva
-dime- acoger la muerte?
en la mesa de disección
tú que danzaste
enloquecido en la plaza desierta
tropezando
hiriéndote las manos en el trapecio del silencio
en pie contra las hojas muertas que
se adherían a tu cuerpo, y contra la hiedra que tapaba
obsesivamente tu boca hinchada de borracho,
danzas, danzaste
sin espacio, caído, pero
no quiero errar en la mitología
de ese nombre del padre que a todos nos falta,
porque somos tan sólo hermanos de una invasión de lo imposible
y tus pasos repiten el eco de los míos en un largo
corredor donde
retrocedo infatigable, sin
jamás moverme
¡ah los hermanos, los hermanos invisibles
que florecen,
en el Terror! ¡Ah los hermanos, los hermanos que se defienden
inútilmente de la luz del mundo con las manos,
que se guardan del mundo por el Miedo, y cultivan en la
sombra
de su huerto nefasto la amenaza de lo eterno, en
el ruin mundo de los vivos! ¡Ah los hermanos,
Y el ave,
el ave que vuela sobre el mundo en llamas, diciendo sólo
a los mortales que se agitan debajo, diciendo
sólo: ABISMO, ABISMO!
Abismo, sí, tibia guarida
de nuestro amor de hermanos, padre.
¡Pero tan solos!
¡Tan solos! Fantasmas que hace visible la hiedra
-como hiedramerlín como niñadecabezacortada como
mujermurciélago la niña que ya es árbol-
crecen hojas
en la foto, y un florecer te arranca
de los labios caníbales de nuestra madre Muerte, madre
de nuestro rezo
florecen los muertos florecen
unidos acaso por el sudor helado
muerto de muchas cabezas hambrientas de los vivos
te esperamos ave, ave nacida
de la cabeza que explotó al crepúsculo
ave dibujada en la piedra y llena
de lo posible de la dulzura, de su sabor
ajeno que es más que la vida, de su crueldad
que es más que la vida
¡ira
de la piedra, ira que a la realidad insulta,
que apalea
a la cabaña torpe de la mentira con verbos
que no son, resplandecen, ira
suprema de lo mudo!
(te esperamos
en la delgada orilla de lo que cae, en el prado
nocturno que atraviesan lentos
los elefantes
percibís el frío
la
conspiración de las algas,
gelatina, escamas, mano
que sobresale de la tumba
manos que surgen de la tierra como tallos
surcos arados por la muerte,
cabezas de ahorcados que echan flor:
decapitados que dialogan
a la luz decreciente de las velas,
¡oh quién nos traerá la rima
la música, el sonido que rompa la campana
de la asfixia, y el cristal borroso
de lo posible, la música del beso!
De ese beso, final, padre, en
que
desaparezcan
de un soplo nuestras sombras, para
asidos de ese metro imposible y f e r o z,
quedarnos a salvo de los hombres para siempre,
solos yo y tú mi amada
9.8.10
Nadie escucha a la tía loca.
Míralos lamentar la soledad del círculo y la incomprensión de las demás figuras geométricas que son los otros. Todos somos islas ardiendo en el vacio tía loca. Y creo a veces todos olvidamos tus risotadas en pleno debate a la cena, olvidamos como reías con nuestros pequeños ahogos conjuntos en un pocillo de café ,olvidamos completamente que hablabas de formar archipielagos en la oscuridad.
Ya tía loca, nos olvidamos que es arcana tu piel y no has reído solo de nuestra mesa y nuestros cafés sino que les has sonreído con calma hasta al césar y le has dado uvas para calmar su carcel centrífuga.
Tía loca, los desespera tu presencia. Imitarte es mirar un espejo sin reflejo.
Ya estan hartos tía, de que les pinten tu nombre como un cuadro y los empujen a una caída de libre interpretación con la ilusión de tener tu espectral mano agarrada de la suya (Están solos y cayendo, como todos).
Extrañamente todos parecen estar cansados de tu té, tía. Se asquean con sus refrescos hasta las arcadas y luego se desesperan ahogados en una nada más eterea que la nada misma.
Extrañamente hay una depresión de naufragos del éter.
Haz que vengan contigo, haz que se amiguen con la tía loca.
Dejen de mirar al vacío del espejo y tomen un té con la tía.
Dejen de estar tristes por ser y escuchen el río de sus venas.
Corran con él.