Tal vez si hay paz...
Después de todo...
Después de todo...
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-La humilde morada-
¿Por qué no adornar cada esquina de córneas?
Si. Córneas y labios mudamente tiernos,
labios que llenen los silencios con odas a la opresión en tu pecho.
Esa que no te deja dormir. La red polisignea que araña tus sienes.
Córneas que estén a la vigía constante
En vigía de esos pensamientos que se arremolinan tras los barrotes de tu mente.
¿Por qué no adornar el silencio de las bocas con nombres?
Nombres. Nombres que separen y desmembren cada amor que se tiene por los músculos
Por el corazón y el labio.
Por cada suspiro ausente.
Por cada carne fantasma.
Que no se ve;
Que se siente.
Que está,
Que no está.